Goddesses
Un destello de angustia iluminaba su mirada cuando me confesó:
- Odio que me endiosen.
Tras esas palabras, elevarla a un pedestal parecía un delito. Venerarla,
sinónimo de someterse y abandonarse a ser menos que ella, una carga.
La picardía se apoderó de mi sonrisa, dejé la falsa modestia olvidada:
- Es una pena, porque yo no pienso fingir ser una simple mortal.
El verdadero delito es pensar que somos menos que eso.